jueves, 10 de abril de 2014

                       NUESTRA SEDE CANONICA
       CONVENTO DE PADRES CAPUCHINOS     
ARTICULO EXTRAIDO DE  ARTE SACRO

EXTERIOR DEL TEMPLO
Abriendo a la Ronda de Capuchinos tenemos la puerta que da acceso al compás del convento , que se trata de un gran  arco de medio punto en cuyo dintel se abre a una hornacina con una escultura de San Francisco tallada en piedra y realizada por Pedro Navia a mediados de este siglo. Esta escultura es copia del original en terracota realizado por Antonio Susillo, conservado en las dependencias del convento.
Tras la puerta llegamos al compás o patio que antecede la entrada al convento e iglesia en la que llama la atención una cruz de forja que se erige a la derecha, nada mas entrar, que recuerda muy probablemente el antiguo cementerio del convento. Al fondo del patio se alza la fachada de la iglesia, mientras que el acceso al convento se realiza por una puerta que hay a la derecha, sobre la que se alza un azulejo cerámico de San Francisco.
La fachada de la iglesia se compone de un gran lienzo que se culmina por medio de un frontón triangular. En su parte baja se abren tres arcos de medio punto que constituyen los accesos al templo, y sobre éstos se alza un gran azulejo cerámico de la Divina Pastora
, realizado en 1921 por Enrique Orce.
Este azulejo conmemora el “Rescripto Pontificio”, a través del cual el Papa concedió en 1920 que la Divina Pastora
y las Santas Justa y Rufina, fuesen declaradas titulares de la iglesia. Si nos fijamos en este azulejo veremos que en los ángulos superiores del mismo figuran los retratos de Fray Isidoro de Sevilla y Diego de Cádiz, y en los inferiores se hallan los bustos de las dos patronas sevillanas; Justa y Rufina. El núcleo central del azulejo lo ocupa la representación de la Divina Pastora según la descripción de Fray Isidoro de Sevilla, verdadero inspirador de la Divina Pastora, y el modelo iconográfico realizado por Alonso Miguel de Tovar, quién representó a la Virgen sentada, y acariciando a un cordero con la mano derecha mientras que en la izquierda sostiene un cayado pastoril.

La devoción a la Divina Pastora
Fue en este convento de los capuchinos de Sevilla donde, fray Isidoro, tras su visión o sueño en que vio a la Virgen
como pastora, interpretó ello como que la Virgen era Pastora de las almas. De esta manera mandó a Miguel de Tovar un lienzo, copia del azulejo que se expone en la fachada de la iglesia, para posteriormente sacarlo en procesión de rosario público por las calles. lo que sirvió para despertar la devoción hacia la Divina Pastora de las Almas, devoción que pronto se extendió no sólo por toda Sevilla sino por toda España, y pasó a las provincias españolas de América y filipinas.
INTERIOR DEL TEMPLO
Antes de pasar al interior del templo me gustaría recordar que tanto el antiguo altar mayor como muros de las naves se decoraron originalmente con lienzos de Murillo, que salieron del templo para ya no volver jamás con la desamortización de Mendizabal. En la actualidad estos cuadros se encuentran en el Museo de Bellas artes de Sevilla. Estos cuadros originales a los que me refiero son ; El abrazo de Cristo de San Francisco, la Virgen
de la Servilleta, El Nacimiento, La Anunciación, San Félix de Cantalcillo y San Antonio.
Una vez cruzamos las puertas llegamos al atrio del templo; A la derecha se alza un retablo cerámico con el tema El abrazo de Cristo a San Francisco, copia del original de Murillo obra de Enrique Orce. Justo al lado hay una inscripción que alude al enterramiento de Fray Isidoro de Sevilla, el que se ha convertido en uno de los frailes mas emblemáticos de la comunidad.
El interior del templo nos transmite la sobriedad y ascetismo tan característico de las comunidades capuchinas. Se huye de toda decoración efectista o espectacular, en aras de un interior con muros y techumbres pintados tan solo en blanco, y una serie de discretos altares en los que se da culto a una serie de imágenes. En las iglesias conventuales de franciscanos no hay un retablo mayor en la zona del presbiterio; nunca vamos a encontrar estos típicos retablos que hemos venido viendo en las iglesias sevillanas. En este caso la parte el presbiterio es plano y el altar mayor lo preside un cuadro del Abrazo de Cristo a San Francisco, obra del siglo XVIII, muy oscurecido por el paso del tiempo y los barnices que cubre el lienzo. Debajo de este cuadro se halla un interesantísimo crucificado de estilo barroco del siglo XVIII, del que no se sabe nada sobre su autor. Es un crucificado vivo, que mira hacia la derecha y que se retuerce en la cruz de forma dramática. A los lados de éste se sitúan sendas tallas en madera policromada del taller de Duque Cornejo, de las Santas Justa y Rufina. También muy interesantes son los ángeles lampadarios, de gran tamaño y autor anónimo, que anteceden esta zona del presbiterio.
NAVE DE LA EPÍSTOLA
Desde los pies de la zona de la epístola y en dirección al presbiterio encontramos los siguientes altares:
La gran mayoría de los altares de las naves laterales son de muy reciente factura, no tienen mas de diez años y están realizados en madera bajo un estilo clásico, digamos renacentista, son muy simples.
El primero que nos encontramos al comenzar nuestro paseo por la nave de la derecha es el dedicado a San Luís, que cobija en su hornacina una imagen del titular en madera policromada de autor anónimo y fechable entorno al siglo XVIII. Lo mas interesante de este retablo se encuentra en la parte inferior, en la que se abre una hornacina acristalada tras la cual podemos contemplar la delicada obra de la Virgen
dormida, obra de Sebastián Santos Rojas, en la que aparece la Virgen Niña dormida en una representación, como digo, muy dulce y de formas muy estilizadas que se alejan del hacer barroco típico sevillano. A continuación sendos cuadros, copias modernas de Murillo, que representan a Santo Tomás de Villanueva adulto y niño, otro de las Santas Justa y Rufina.
El siguiente retablo es el dedicado a Fray Diego de Cádiz, cuyo titular es obra de Antonio Susillo de 1894, que fue costeada en su tiempo por la Infanta María
Luisa Fernanda. Este beato capuchino secundó la obra realizada por Fray Isidoro sobre la Divina Pastora, componiendo mas de 1500 sermones, fomentando esta devoción a la Pastora que se difundió por Francia, Italia, Canadá, Australia y Mesopotamia. Es muy curiosos este retablo ya que el Santo titular se encuentra enmarcado por diversas reliquias; entre ellas, su sombrero, libros y otros artículos personales, así como ropas y las sábanas en las que se le envolvió una vez muerto. También hay un relicario que contiene la faringe, y no menos curioso es un crucifijo roto del que solo se conserva los brazos y parte del madero que los sujeta. De este trozo de crucifijo ya hablaremos en el capítulo dedicado a las curiosidades si les parece.
El último de los retablos es el dedicado a San Félix ofreciendo el Niño a la Virgen
, en cuya hornacina se halla el titular en madera policromada obra de vestir del siglo XIX, que por cierto, no se conserva muy bien. Al final se halla expuesta un Virgen con Niño, obra anónima del siglo XVIII de tamaño académico. No voy a hacer referencia a los numerosos cuadros de la Divina Pastora que se encuentran en los muros ya que son muchos, y representan iconográficamente lo mismo.
     NAVE DEL EVANGELIO
De la cabecera del Evangelio y hacia los pies nos encontramos en primer un retablo que preside una interesante Virgen de candelero, La Virgen
de los Dolores, obra de Juan de Astorga del siglo XIX. De ahí que no nos resulte extraño su parecido con la Dolorosa de la Hermandad de los Estudiantes.
Sobre retablo moderno se encuentra una talla en madera policroma de San Francisco de Asís de este siglo obra de Pedro Navia y Campos. A su lado hay un lienzo copia de Murillo con el tema El Éxtasis de San Francisco, y justo después, sobre pedestal escultura del Sagrado Corazón moderna, del taller de Olot.

Ya cerca de los pies de esta nave izquierda se abre la hornacina en la se venera a la Divina Pastora
, obra de José Fernández Guerrero de 1822. Sus vestiduras son muy elegantes y el cayado pastoril se ha transformado en un báculo semejante al que llevan los abades y priores en las ceremonias solemnes. Parece ser que es escultor que la talló, José Fernández, realizó su rostro inspirándose (o mas bien copiándose) de la conocida Venus de Médicis. Según la iconografía de la Divina Pastora, María viste con zurrón y cayado, y al fondo se ve la oveja descarriada, indefensa ante el lobo infernal, pero liberada oportunamente por un ángel celestial o San Miguel quién, espada en mano, la protege de las fauces de la fiera. Como podemos comprobar toda la composición lleva una fuerte carga bucólica.
La imagen actual fue restaurada por Sebastián Santos en 1956, cambiándosele los ojos y realizando los corderos que la acompañan. En 1982 se le hizo un nuevo cuerpo para reemplazar el viejo maniquí, obra de Francisco Buiza.
La última imagen expuesta al culto en esta nave no deja de ser menos interesante; se trata de un San José, tallado en madera del que muy poco se sabe, incluso hay quién duda de que se trate de San José. Sea como fuere me parece que se trata de una obra cercana al siglo XVIII de talla completa cuya policromía parece original.
HERMANDADES
Tras la procesión pública que realizó fray Isidoro con el lienzo de la Divina Pastora
en el año 1703, el entusiasmo y fervor de Sevilla fue tal que Fray Isidoro se decidió a fundar una Hermandad, que fundó el  mismo año de 1703 en la iglesia parroquial de Santa Marina, el templo desde donde realizó la primera salida de Rosario público.
En esta iglesia existe una hermandad que es La Hermandad
del Redil Eucarístico de la Divina Pastora de las Almas Coronada y del Beato Diego José de Cádiz. La imagen actual que se venera en esta iglesia fue traída por Fray Miguel de Otura desde Cádiz, y se convirtió en una de las imágenes sevillanas mas hermosas y afamadas. Era tanta la popularidad de esta Hermandad, que la empresa de toros, ante el temor de que se malograsen sus festejos, llegó a suscribir un convenio con el rector de la iglesia, para asegurarse que la jornada de la procesión no coincidiera con ninguna de sus corridas.
El 12 de mayo,   debido a los sucesos revolucionarios, la Divina Pastora
tuvo que ser sacada de la iglesia por las huertas de la parte de atrás del convento, para     ser escondida en una casa particular, hasta que pasó el peligro y retornó felizmente a su iglesia en 1937.

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