El pasado sábado 30 de Enero, el Convento de Capuchinos de Sevilla, Cuna de la Devoción Pastoreña , volvió una jornada histórica.
Tal y como ocurriese en el mes de Octubre, la querida para nosotros Hermandad de la Hiniesta , volvió a visitar nuestra casa, esta vez lo hizo con su titular, el Santísimo Cristo de la Buena Muerte.
La visita se realiza con motivo de su tradicional Via-Crucis que celebra esta Corporación del Domingo de Ramos, como colofón a su Solemne Quinario anual.
Este año al estar la Hdad. inmersa en las celebraciones del 450 aniversario de sus reglas penitenciales, el crucificado visitará los barrios de Pío XII y León XIII, lugar donde habitan numerosos hermanos de esta corporación y donde tiene mucha devoción entre los vecinos .
Para la historia fue el momento en el que el cristo de Buena Muerte entró en la casa Capuchina abarrotada de publico y como se dice aquí en Sevilla “no cabía ni un alfiler”. El silencio absoluto al igual que la oscuridad tejían los mimbres suficientes para que el acto piadoso de una de las estaciones del Vía Crucis, nos transportara directos al mismo momento de la muerte de Cristo, allá en el monte Calvario. Su Madre la Virgen de los Dolores, majestuosa talla de Juan de Astorga que se venera en el Convento, lo contemplaba con gran pena cual espada que traspasara su alma, dejando patente en su rostro de amargura llena de lágrimas. Antes de abandonar el Franciscano Convento, una visita obligada a la de la Divina Pastora Coronada, el evangelio de Juan proclamado por el Guardián Fray Francisco Luzón puso el punto final a una noche, dejando bien claro que María es Pastora y Madre nuestra desde aquel mismo momento de la Buena Muerte de Cristo.
Es para nosotros un gran gozo, que el Cristo de la Buena Muerte , nos bendijera con esta visita y nos hiciera entrar en el tiempo cuaresmal convencidos de que su buena muerte sirvió, sirve y servirá para redimirnos continuamente todos nuestros pecados. Sabiendo que a la Virgen la constituyo Pastora en ese mismo momento al pie de la Cruz.
No se puede pedir mejor gesto para el año de la Misericordia.
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